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Miércoles, 14 de mayo de 1997 EL MUNDO periodico

Declara que durmió en casa de su conocido Antón Perterra y al día siguiente asegura que estuvo en Benetússer - Insiste en que se autoinculpó porque la Guardia Civil le amenazó con hacer a su hija «lo mismo que las niñas de Alcàsser»

Miguel Ricart implica al menor de los hermanos de Anglés en el crimen

Afirma que el día que desaparecieron las niñas estaba con un amigo en Catarroja

IRENE HDEZ. VELASCO

ENVIADA ESPECIAL

VALENCIA.- Y Miguel Ricart habló. Atropelladamente en varias ocasiones. Nervioso en casi todo momento. Esposado, porque el tribunal no accedió a su petición de que le libraran de las ligaduras para responder ayer a las preguntas del fiscal. Negando siempre cualquier implicación en el rapto, violación, torturas y asesinato de las niñas de Alcàsser. Y aprovechando la menor oportunidad para señalar que Mauricio, el hermano pequeño de Antonio Anglés, «está metido en esto».

A los dos minutos de comenzar el interrogatorio, Ricart soltó por primera vez la cantinela que repetiría luego durante toda la sesión. A saber: que todas las declaraciones anteriores que hizo autoinculpándose de los hechos fueron fruto de las torturas y amenazas que, según dice, padeció a manos de Guardia Civil. «Me dijeron que hiciera lo que ellos me decían o que, si no, a mi hija le podía ocurrir lo mismo que a las niñas de Alcàsser», repitió a modo de excusa una y otra vez.

«Usted declaró que los disparos contra las niñas se realizaron a tres o cuatro palmos. ¿También le dijo la distancia la Guardia Civil?», le inquirió Enrique Beltrán, representante del Ministerio Fiscal. Respuesta de Ricart: «Me dijeron que a quemarropa, y eso son dos o tres palmos».

Beltrán siguió con la misma táctica. Y quiso saber si también era una consigna de la Guardia Civil lo que había declarado Ricart sobre que después de violar a las niñas él y Anglés fueron a comprar unos bocadillos. «Eso fue para darle yo un poco de morbillo», repuso el acusado.

El fiscal le empujó un poco más: «Y si el dueño del bar en el que compraron los bocadillos y su mujer le reconocen, ¿sería una casualidad?». De nuevo Ricart aseguró que, si así fuese, sería por presiones de la Guardia Civil.

«PRUEBAS CONCLUYENTES».- El fiscal siguió apretándole las tuercas. Le hizo ver a Ricart que su pretendido miedo a la Guardia Civil era variable, en el sentido de que en sus anteriores declaraciones unas veces se autoinculpaba y otras no. «¿Ahora no tiene usted miedo?», le espetó el fiscal. «Sí, pero ¿qué quiere, que me coma el marrón?», respondió el acusado.

Ricart repetía hasta la saciedad que tenía pruebas de su inocencia, «pruebas concluyentes». Y, de pronto, el fiscal le invitó a que las expusiera. Ricart se enfrascó entonces en un complicado relato.

Ricart se extendió durante algo más de cinco minutos. En resumen, vino a decir que la tarde del 13 de noviembre de 1992, día en que desaparecieron las niñas, él se encontraba en Catarroja y que durmió en casa de un amigo, Antón Parterra. Y que al día siguiente estuvó en Benetússer, paseando por la plaza de la localidad en compañía de su hija y de la madre de ésta.

«Desde luego, Mauricio está vendido», concluyó Ricart, sin terminar de explicar la relación del pequeño de los Anglés con el caso, al que ya implicó -sin éxito- en el crimen en sus primeros interrogatorios. En aquellos momentos Mauricio era, además, menor de edad.

Ricart sólo apuntó la posibilidad de que los hermanos Anglés conocieran a las niñas con anterioridad. Y que el crimen, en su opinión, no podía ser obra de sólo dos personas.


La alfombra no se analizará... por ahora

Es obvio: si Miguel Ricart declaró ayer fue porque no se suspendió el juicio que contra él se sigue en la Audiencia Provincial de Valencia.

Dicho de otro modo: el tribunal se pronunció ayer en contra de la petición -formulada la víspera por la acusación particular- de que se aplazase la vista hasta que fueran analizadas las manchas de sangre y semen encontradas por el profesor Luis Frontela en la alfombra que envolvía los cadáveres de las niñas.

Pero los magistrados tampoco transigieron con la pretensión de la acusación popular, que pedía que se examinase la moqueta, pero que, mientras, continuase la vista contra Miguel Ricart.

Ni lo uno ni lo otro. «En relación a la petición de la acusación popular y la particular, a la sala le corresponde negar los derechos de todas las partes», dijo con voz firme, nada más abrirse la sesión, el presidente del tribunal, el juez Mariano Tomás. Y dio su veredicto: la alfombra en cuestión no se analizará. Al menos, no dentro del sumario por el que ahora se juzga a Miguel Ricart.

O lo que es lo mismo: digan lo que digan los análisis del semen y la sangre de la moqueta, no podrán ser utilizados ni a favor ni en contra de Miguel Ricart.

El motivo al que se agarró el magistrado para justificar su decisión: «El acusado tiene derecho a un juicio sin dilaciones indebidas».

La acusación popular y la particular protestaron por la decisión adoptada por el tribunal. «Nada que decir», manifestó al respecto el fiscal. «De acuerdo en todo», aseguró por su parte el abogado que representa a Ricart.

El «reality show» resucita en Canal 9 con Alcàsser

MARC AGLIATA

CORRESPONSAL

VALENCIA.- La madre de Susana Ruiz, el padre de Gloria Martínez, la madre de una niña desaparecida en León, la abuela de Toñi, el hermano de Miriam, la tía-abuela de Desirée... dan vueltas al asunto durante tres horas, dedicadas a hurgar y retorcer la tragedia hasta que afloran las lágrimas o la respiración de los invitados se entrecorta. ¡Todo un reality show!

Canal 9 emitió en directo el lunes por la noche un especial de Calle vosté, parle vosté -el espacio líder actualmente de la televisión autonómica valenciana- dedicado a las niñas de Alcàsser y en la que se recordaron épocas gloriosas de este género.

«Lo que tenían que hacer a Miguel Ricart es cortarle la cabeza». «Si voy al juicio, lo mato en la misma sala». Los invitados fueron uno a uno dando sus opiniones sobre el triple crimen. Poco antes, la abuela de una de las niñas había logrado arrancar algún sollozo que otro a los espectadores hablando con un pequeño retrato de su nieta sobre la mesa del atrezzo.

La productora del programa eligió a otros tres invitados para completar la mesa. El propietario de la discoteca Coolor, lugar al que se dirigían las niñas la noche de su desaparición, un educador sexual que se pasó el tiempo hablando de sus causas judiciales pendientes y el editor del diario Ya, Emilio Rodríguez Menéndez. Fallaron Fernando García y Juan Ignacio Blanco, que prefirieron cruzar el Mississippi.

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