Navegando con un asesino

Antonio Anglés escapó del «City of Plymouth» descolgándose por una cuerda cuando el barco entraba en Dublín. El camarote estaba vacío, pero el tablón que apuntalaba la puerta seguía puesto

No hay huellas, pero los agentes que siguieron los pasos de Antonio Anglés por Lisboa y Dublín están convencidos: el hombre que vivió con el toxicómano lisboeta Carlos Joaquim Carvalho era el triple asesino de las niñas de Alcácer. Ese hombre era el mismo que abordó el barco «City of Plymouth» y desapareció al llegar a Dublín. El capitán, cuya declaración y la de su tripulación se publican por vez primera, le intervino una cédula de identidad a nombre de Carvalho.

Teresa Domínguez, Valencia

«A las 2.45 horas del martes 23 de marzo me encontraba en la cantina de la tripulaciónÊfumando un cigarrillo, cuando oí ruido en la cocina. (...) era sospechoso. Miré por la escotilla y vi al polizón allí, de pie. Le agarré y empezó a llorar lágrimas de cocodrilo y se quejó en español o portugués». Son palabras extraídas de la declaración efectuadaÊel 26 de marzo de 1993 ante la policía de Liverpool (Reino Unido) por Joseph Hanneghen, un curtido marinero inglés de 54 años que en aquel momentoÊtripulaba el City of Plymouth, hoy Pacheco.

Es, además, una de las escasas concesiones de los interrogados -el capitán, los dos oficiales, el contramaestre, los tres ingenieros, el maquinista, el cocineroÊy dos marineros- a la interpretación de lo vivido, ya que todas las declaracionesÊse distinguen por su ausencia de valoraciones y abundancia de datos objetivos, al más puro estilo británico.

Una vez que Joseph descubrió a Anglés, que había entrado en la cocina en busca de comida -«estaba revolviendo los cajones y tenía un tomate en el bolsillo», dice Hanneghen-, el marinero avisó al oficial al mando en ese momento, el segundo piloto, Kevin McBride, quien alertó al capitán, Kenneth Farquharson.

El responsable del buque interrogó al polizón. «Dijo que quería ir a Méjico y que su familia estaba allí. Su inglés era muy limitado. Tenía muy pocas cosas en una bolsa, incluido un walkman de CD roto, un mapa mundial, una botella de agua vacía, dos mecheros, cigarrillos portugueses, escudos, tabletas de proteínas y un tubo de pomada».

Estos dos últimos objetos refuerzan la teoría de que se trataba de Anglés, un gran aficionado a los productos de dietética relacionados con prácticas de supervivencia y a las cremas y ungüentos. Otro miembro de la tripulación, el primer oficial Stephen Furness, añade que también llevaba «una lata de sardinas», lo que le lleva a afirmar que «creo que tenía planeado embarcarse en un buque como polizón». Luego, el capitán ordena que se le encerrase en un camarote. Farquharson dice que se aseguró de que «los cerrojos de la ventana estaban echados». Y añade: «La cerradura de la puerta puede ser abierta desde dentro. Por ello, fue cerrado el cerrojo y la manilla atada a un soporte» por el exterior.

Pese a ello y a las medidas de vigilancia que ordenó, un marinero descubrió a las 7.30 horas que faltaba el bote salvavidas Géminis y que el camarote estaba vacío. El capitán dio aviso por radio y viajó en círculo hasta localizarlo. El primer oficial relata que «un avión de rescate francés nos guió hasta el Géminis». Poco antes de las diez de la mañana, la tripulación recogía a Anglés, que «nos hizo señales y parecía contento de vernos».

Furness contó a la policía inglesa a su llegada a Liverpool que «tenía una ligera hipotermia, me sorprendió que estuviera tan poco lastimado». El polizón también se quejaba de dolor de estómago y sangraba ligeramente, ya que se golpeó contra el barco al saltar desde la cubierta al bote salvavidas.

Segundo encierro

El capitán ordenó que se le dieran los cuidados necesarios y que se le encerrara de nuevo. Además de las ataduras, fueron apuntaladas la ventana y la puerta con sendos tablones. Los marineros y oficiales debían revisar cada cierto tiempo el camarote para cerciorarse de que no había huido.

Pese a su escapada «suicida», en palabras del primer oficial, se le dejó salir varias veces durante el martes y el miércoles. Se le dio la ocasión y, una vez más, Anglés traicionó a quien le tendió la mano: cuando el buque atracó en Dublín, los tablones seguían en su sitio, pero el camarote estaba vacío. Los únicos vestigios del Houdini de Catarroja eran un cabo atado que llegaba hasta el agua y un chaleco salvavidas del City of Plymouth que apareció al día siguiente flotando en las heladas aguas de Irlanda.


 
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