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IMPRESIONES
Juicio de Alcàsser: un condenado y muchas incógnitas
Ayer, casi 5 años después del crimen de
Alcàsser, un tribunal dictó sentencia contra la única persona que se ha
sentado en el banquillo, Miguel Ricart. Los magistrados le han impuesto
una condena de 170 años de cárcel como autor del asesinato y violación de
Miriam, Desirée y Toñi, las tres niñas que desaparecieron en la noche del
12 de noviembre de 1992 y cuyos cadáveres fueron hallados dos meses
después. La decisión se basa en las confesiones de Ricart y en las pruebas
obtenidas en la investigación. Como Ricart ha sido juzgado de acuerdo con
el antiguo Código Penal, lo más probable es que la condena efectiva no
supere los 15 años (gracias a la redención de penas por el trabajo y a la
libertad condicional, los 30 años de duración máxima de la pena quedan
reducidos en la práctica a la mitad). La sentencia da la razón a la tesis
del ministerio fiscal, según la cual todos los indicios reunidos apuntan a
Ricart y a Antonio Anglés -que nunca ha podido ser encontrado por la
policía- como coautores del crimen. Y echa por tierra la infundada versión
de los padres de dos de las víctimas que se inclinan a creer que Ricart y
Anglés no son sino la tapadera de una red de tráfico de menores. Pero el
fallo judicial no zanja por completo el controvertido asunto. La ausencia
de Anglés -que podría haber arrojado luz- ha limitado de forma
considerable la instrucción del caso. El hecho de que exista un segundo
sumario (sobre Anglés y otros) demuestra que la propia Justicia no quiere
cerrar la puerta a la hipótesis de que en el crimen participaran terceras
personas. El juicio, en fin, ha estado rodeado de polémica. En este
sentido, el tribunal alude en la propia sentencia a la «agresión
continuada» de que fue objeto «en algún medio de comunicación». Ha habido,
en efecto, un intenso juicio paralelo en ciertos medios informativos. La
pregunta es si ha podido viciar el proceso. Pero no hay que olvidar, como
apuntaron recientemente destacados juristas, que las interferencias nacían
en la propia sala, y de ahí se trasladaban a los platós de televisión.
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