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Jueves, 31 de julio de 1997 EL MUNDO periodico


«Tengo la conciencia muy tranquila»

Miguel Ricart reiteró su inocencia en la última sesión del juicio de Alcàsser

IRENE HERNANDEZ VELASCO

ENVIADA ESPECIAL

VALENCIA.- Queda dicho: «Soy inocente y tengo la conciencia muy tranquila». Miguel Ricart se levantó ayer del banquillo de los acusados, se ajustó el pantalón a la cintura, se acercó al micrófono y, sacando a relucir la más ingenua de sus miradas, con su característica cadencia macarra, pronunció la última palabra en el juicio por el crimen de Alcàsser.

«Visto para sentencia», remató entonces el presidente del tribunal que debe decidir ahora si Ricart es o no culpable del rapto, violación, tortura y asesinato de tres niñas.

Y se acabó. Dos policías nacionales agarraron al acusado por los brazos, como lo han hecho en todas y cada una de las 49 sesiones que ha durado este juicio. Y sacaron a Ricart de la sala de vistas, entre los flashes de los fotógrafos que esperaban a las puertas de la sección segunda de la Audiencia Provincial de Valencia para captar su última imagen.

Ricart se iba. Se lo llevaban, pasillo abajo, los dos agentes. Los periodistas le increpaban a gritos: «Miguel, Miguel». Y cuando su figura comenzaba a perderse por el corredor, el aludido se giró. Y, por un instante, dejó de ser el acusado del rapto, secuestro, violación y tortura de Miriam, Toñi y Desirée, transformándose en una especie de estrella del rock and roll.

DECLARACIONES.- Se zafó de los agentes, les dio la espalda, y comenzó a desandar lo andado, avanzando seguro hacia las cámaras de televisión. Los policías le seguían unos pasos más atrás, como si fueran sus guardaespaldas. Todos los micrófonos y todas las grabadoras se avalanzaron entonces sobre Ricart. Él adoptó un aire de compadreo, de colega, pero a la vez de disculpa, como el de quien pide perdón a sus fans por no haberles dedicado la atención debida. Y dijo a los periodistas: «A partir de ahora, si queréis ir a la prisión, porque sé que habéis estado intentando venir allí, lo podéis hacer cuando queráis. El no haber salido en ningún medio de comunicación ha sido por eso, por orden de mi abogado, no por otra cosa». Y se fue por donde había venido.

A Miguel Ricart Tárrega, 27 años, los medios de comunicación le tienen completamente obsesionado. Quizá, porque en las vistas del juicio de Alcàsser se ha hablado mucho de medios de comunicación y juicios pararelos. Todas las partes personadas en la causa, absolutamente todas, se han referido en sus informes finales a este asunto. Y Ricart no quiso ayer ser menos.

«¿Tiene algo que decir que no haya dicho ya su abogado defensor?», preguntó el presidente del tribunal al acusado. «Sí», contestó él. Se puso en pie, y en 20 segundos escasos, soltó: «Lo único que tengo que decir es que parece ser que por los medios de comunicación se ha creado una expectación sobre lo que iba a hablar. No sé. Y no tengo nada que decir porque mi abogado lo ha dicho todo. Soy inocente y tengo la conciencia tranquila».

VERANIEGO.- Ricart lució ayer la misma ropa que el día anterior. Camiseta blanca de manga corta y finísimo algodón, tan fino que casi transparentaba. Veraniego pantalón gris, bien sujeto con un cinturón porque le quedaba enorme de cintura. Grandes y muy aparentes zapatillas de deportes, todo plástico, que chirriaban mucho cada vez que se deslizaban por el suelo de la Audiencia Provincial. Y en el pecho, colgando del cuello, bien visible, llevaba una medalla.

No dio muestras de nerviosismo durante la último día de su propio juicio. El pie izquierdo, que suele mover sin descanso para descargar tensión cuando está arrebatado, ayer lo dejó totalmente quieto. Miró, eso sí, más de lo que tiene por costumbre: al fiscal, a los abogados de las acusaciones particulares, a los de las acusaciones populares... Con los ojos, les pasó revista a todos, como si estuviese haciendo el balance final del juicio.

Pero pocos minutos después, todo había concluido. Tras casi tres meses de vista oral, 49 sesiones, la comparecencia de cerca de un centenar de testigos y de una treintena de peritos, el juicio por el triple crimen de Alcàsser acabó. Ya sólo queda conocer la sentencia. En septiembre.


El juicio acabó, pero el público quería más

El presidente del tribunal, Mariano Tomás, hizo sonar la campanilla por última vez. Y el juicio por el triple crimen de Alcàsser llegó a su fin. Para pesar de las 50 personas, el medio centenar de hombres y mujeres que durante 11 semanas y media han seguido, con una fidelidad asombrosa, desde los bancos reservados al público, todo el proceso.

No se querían ir. «Tienen que salir», les indicaba un agente de la Policía Nacional. «Tienen que abandonar la sala», insistía. Pero ellos, ni caso. Han sido muchas semanas de convivencia y, con el juicio, acababa casi su razón de existir.

Muchos se acercaron a Fernando García, padre de Miriam, quien siguió desde los bancos de la primera fila la última sesión de la vista del juicio. «Fernando, suerte. A seguir», se despidió de él una señora.

El juicio ha acabado, pero para Fernando García, todo sigue igual. «Ahora toca seguir con lo que se ha empezado», comentaba. «Queda un sumario abierto». Así es: el de Alcira, contra Antonio Anglés y otros.

Y erre que erre, el padre de Miriam insistía en los pasillos de la Audiencia Provincial de Valencia en lo de siempre: «Miguel Ricart es inocente». Según su teoría, tras los crímenes de Miriam, Toñi y Desirée se esconde una red de pederastas de alto nivel. Y con respecto a las palabritas soltadas por Miguel Ricart antes de que el juicio quedase visto para sentencia, aseguraba: «Yo no esperaba que dijera nada, y no ha dicho nada. ¿Qué va a decir?»

«Ha dicho lo suficiente», opinaba por su parte el abogado de Miguel Ricart, Manuel López Almansa. «Yo le dije que, en mi opinión, debía tener prudencia. Y una de las características de la prudencia es la continencia al hablar. Ha dicho lo suficiente. Es un grave riesgo».

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