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Domingo, 27 de julio de 1997 EL MUNDO periodico

El abogado de la asociación Clara Campoamor criticó en su alegato final tanto al tribunal como a los medios de comunicación - Los padres de Toñi consideran a Ricart un mero «espectador»

La acusación popular contra Ricart denuncia los juicios paralelos sobre el «caso Alcàsser»

Afirma que se ha llegado a «extremos intolerables» durante el proceso

IRENE HERNANDEZ VELASCO

ENVIADA ESPECIAL

VALENCIA.- Con la venia, fue lo primero que quiso hacer constar. «Esta causa ha estado en grave peligro debido a los juicios paralelos que se han desarrollado en algunos medios de comunicación». Lo dijo ayer, nada más tomar la palabra, Virgilio La Torre, representante de la acusación popular en el juicio que se sigue contra Miguel Ricart por el crimen de las niñas de Alcàsser.

Durante tres horas, el letrado estuvo exponiendo al tribunal las bases sobre las que sustenta su petición de 245 años de cárcel para el acusado. Pero antes que nada, advirtió: «En este proceso se han corrido serios riesgos (...). Se ha llegado a extremos intolerables. Por culpa siempre de los juicios paralelos», dijo.

Y apoyó sus palabras en varios ejemplos. Uno: «El propio procesado ha ido adaptando su versión a lo que sucedía en los medios de comunicación». Y otro: «En muchas ocasiones, se ha producido un desvío del enjuiciamiento. Ha habido sesiones y sesiones y sesiones en las que no se ha hablado de Miguel Ricart».

Pero si el juicio ha estado en «grave peligro» no ha sido sólo a causa de algunos medios de comunicación, opina el abogado que representa a la asociación Clara Campoamor. Para Virgilio La Torre, el juicio se ha visto amenazado desde la misma sala de la Audiencia Provincial de Valencia en la que se celebra.

«Las injerencias no han sido sólo de fuera a dentro de la sala, sino también de dentro a fuera. Desde la sala se han proyectado aspectos que luego han salido fuera, y eso es aún más grave. Se han traído a colación aspectos que están al margen del proceso y que lo han deformado, provocando ataques a determinadas personas muy honorables», afirmó.

Y punto. A partir de ahí, el letrado se empleó a fondo con Miguel Ricart. Estuvo desgranando, una por una, minuciosamente, las muchas pruebas que, en su opinión, señalan la culpabilidad del acusado.

Empezó pasando revista a lo que calificó de «pruebas directas»: las declaraciones en las que el propio Miguel Ricart se autoinculpa en los hechos. Y negó que esas confesiones le fueran arrancadas al acusado mediante torturas y amenazas. Luego revisó los «indicios fuertes» que, según su exposición, indican la implicación de Ricart en el crimen. Entre otros, el que la madre de los Anglés reconociese como perteneciente a Ricart la camiseta que fue hallada dentro de la fosa y que, con unas piedras dentro y a modo de onda, fue presumiblemente utilizada para golpear a las niñas.

Además, el representante de la acusación popular aseguró que la cuartada que Ricart decía tener para el día de autos no había podido ser demostrada, se había vuelto en su contra, constituyéndose en una prueba contra el procesado. Desde el banquillo de los acusados, Ricart se le quedó mirando estupefacto.

Eso para la acusación popular. Porque para el abogado que representa a los padres de Toñi, Ricart fue un mero «espectador». «Miguel Ricart no tiene capacidad ni entidad para hacer lo que se hizo, pero si para entrar en el juego», aseguró el letrado de esta parte.

«Miguel Ricart ni intervino sobre ninguna niña ni les separó las piernas para que otros lo hicieran. Sólo fue un espectador», dijo el abogado de la segunda acusación particular. Asimismo, opina que las niñas estuvieron enterradas en dos lugares distintos, y que Ricart se encargó de sacarlas de su primera tumba y enterrarlas después en La Romana. «Pero no tiene arrestos suficientes para decirlo», le increpó el letrado.

El representante de los padres de Toñi mantiene que la tortura y violación de las niñas fue como una «bacanal, una fiesta maldita que se prolongó durante varios días». Y acusó de negligencia a las fuerzas de seguridad del Estado, al juez instructor del caso y a los médicos forenses que realizaron la primera autopsia.


Frontela sí, Frontela no

¿Quién es Luis Frontela? Para los letrados que representan a los padres de Miriam y Toñi, el superforense que habla de doble enterramiento, ausencia de livideces en los cadáveres y puesta en escena en los crímenes.

Para el letrado que representa a la asociación Clara Campoamor, Frontela es, sin embargo, un individuo «que ha puesto en riesgo la propia investigación» del caso.

Esas son las palabras textuales que ayer utilizó Virgilio la Torre para referirse al médico sevillano. Luis Frontela, según dijo ayer el abogado de la acción popular citando un documento del Instituto Nacional de Toxicología (INT), «se llevó a hurtadillas prendas de las niñas que manipuló y cortó. El INT llama en un informe la atención sobre el riesgo de que haya puesto en peligro la investigación».

Y acto seguido, por si cupiera alguna duda, La Torre citó el folio del sumario que corresponde a dicho informe.

PIE DE FOTO

LOS APUNTES DEL ACUSADO

Miguel Ricart volvió a refugiarse ayer, por segundo día consecutivo, en sus apuntes. El acusado se concentró en tomar notas de todo lo que se decía en la sala como si le fuese la vida en ello. Y así pasó la sesión del juicio, agarrándose con fuerza a unas hojas cuadriculadas y un bolígrafo negro. Concentrado en escribir, Ricart hizo caso omiso, como muestra la fotografía, de prácticamente todas las increpaciones que los abogados de la acusación particular y la acción popular le lanzaron.

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