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Miércoles, 23 de julio de 1997 EL MUNDO periodico


Adictos a Alcàsser

Decenas de personas han acudido a diario a las sesiones del juicio

JUAN CARLOS DE LA CAL

ENVIADO ESPECIAL

VALENCIA.- El estudiante José Grau, de 19 años, y la peluquera Ana Ramiro, de 22, se conocieron entre los bancos destinados al público que asiste el juicio del caso Alcàsser. Hasta ese momento sólo les unía su condición de parados y la admiración por Fernando García, padre de Miriam.

Aquella primera mañana del juicio ambos se vieron seducidos por la espectacular puesta en escena de este proceso. Y decidieron seguir. Juntos emprendieron este viaje por los trasfondos más sórdidos de la condición humana y hoy comparten su noviazgo con los artículos del Código Penal. «Una tarde José me robó un beso por sorpresa y me dejó flaseada. Al día siguiente, empezamos a hacer manitas debajo de la mesa donde comíamos y por la noche nos dimos un beso como Dios manda», recuerda Ana.

No se han perdido ninguna de las 44 sesiones del juicio. Y darían media vida por no perderse lo que queda. «Para la del sábado, cuando hable Ricart, haremos noche a la puerta. Pensamos estar cueste lo que cueste», asegura José. Todos los días, a las dos de la madrugada, los jóvenes salen casi a hurtadillas de sus casas para ser los primeros en la cola, que cada mañana, forma el público asistente frente a la Audiencia de Valencia.

LA ROPA.- Antonio Ubeda, de 47 años, es otro de los adictos al juicio de Alcàsser. Tampoco se ha perdido una sesión e, incluso, ha intimado con Ricart: «Desde el principio me dio mucha pena verlo tan sucio, siempre con la misma ropa. Así que junté unas pocas prendas que tenía en casa y se las llevé a la cárcel. Me da mucha alegría cuando lo veo comparecer ante el tribunal con alguna de mis camisas. Le quiero llevar una televisión, pero hasta ahora no me lo han permitido. Le dejé mi teléfono y ya me ha llamado seis veces. El hombre está sólo. No recibe visitas y no tiene a quién llamar. Al menos conmigo tiene la oportunidad de desahogarse. Independientemente de si es culpable -yo creo que sólo hizo de encubridor-, todo ser humano tiene derecho a ser ayudado».

Antonio trabaja en su casa como autónomo haciendo prótesis dentales y asegura que el juicio no ha alterado el trabajo, aunque reconoce que la vida también se le ha trastocado algo. Sobre todo en las horas de sueño.

EL VIAJE.- «Cuando empezó el juicio todavía estaba separado y cada noche planchaba la ropa de mi hijo mientras veía el programa del Mississippi. Luego me acostaba dos o tres horas y ¡hala!, me iba para la Audiencia». Carlos trabajaba como ayudante de cocina y ahora, tras estaexperiencia, se piensa preparar unas oposiciones para la Policía Nacional. «Con todo lo que he aprendido de leyes, para algo me servirá», afirma con los ojos enrojecidos por la falta de sueño.

Para Miguel Pascual, de 47 años, la situación es más fácil. Tiene mujer, hijos y una inmobiliaria que le permite vivir bien para pasar la mayor parte del día en contacto directo con lo que sucede en la Audiencia de Valencia.

A sus 63 años, Plácida Jiménez asegura haber encontrado un «aliciente» en su vida. «A mí siempre me han gustado los juicios y como no tenía nada que hacer empecé a venir. Porque esto es como una droga. Cuando te enganchas necesitas más y estás deseando que llegue el día siguiente para volver. Y eso que se pasa mal. Yo he llorado muchas veces al comprender el dolor que debe sentir ese hombre (Fernando García)», afirma la señora.

El viaje continúa, y por muy macabro que sea al tren nunca le faltan los pasajeros. La última estación: la declaración, el sábado, de Miguel Ricart.


La defensa pide la absolución

El abogado defensor de Miguel Ricart, único acusado por el triple crimen de Alcàsser, Manuel Lopez Almansa, pidió ayer la absolución del procesado «con la misma convicción» que cuando lo hizo en las conclusiones provisionales. El letrado que defiende la inocencia de Ricart aseguró que a él le habría gustado «que la expresión del pueblo se hubiera manifestado en este juicio mediante un jurado popular». Además, López Almansa hizo referencia a la expectación que ha creado la intervención de Ricart antes de que el juicio quede visto para sentencia. El abogado defensor adelantó que «habitualmente, se dicen pocas cosas» y rechazó que Ricart pueda hacer «unas revelaciones, como se ha dicho por ahí». Por su parte, Fernando García, el padre de una de las asesinadas, reiteró su idea de que Ricart es un instrumento de un grupo organizado formado por personas de cierta relevancia social.

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