CORRESPONSAL

VALENCIA.- La personalidad de Miguel Ricart raya en el límite de la psicopatía. Es incapaz de medir las consecuencias de sus actos. Suele trasladar la responsabilidad de sus errores a terceras personas. Su carácter es impulsivo, irresponsable, con muy poca tolerancia a la frustración y posee una falta de remordimiento absoluta por toda «conducta antisocial», como robar o drogarse. Además, no es del todo seguro que su sexualidad esté «normalizada».

Estas fueron algunas de las conclusiones del informe psicológico de la única persona que se sienta en el banquillo del juicio del caso Alcàsser, expuestas a petición de la defensa.

Las psicólogas María Eugenia Martínez y María Dolores Fernando descartaron que Miguel Ricart reúna las cualidades de un sádico. «No existe trastorno mental de tipo psicótico», afirmaron en su declaración. Sin embargo, y según las pruebas, si una persona normal tiene un coeficiente de 50 y el psicópata de 70, el Rubio está en el 68. «Justo en el borde».

Ricart posee además una tendencia a mentir muy desarrollada. El presunto asesino de las niñas de Alcàsser es un hombre de inteligencia media «tirando hacia abajo», con tendencia al narcisismo, al engaño y a la manipulación. «Durante las entrevistas nos contó que el 90% de sus declaraciones ante la Guardia Civil son falsas», aseguraron las psicólogas.

Los problemas personales de Miguel Ricart comienzan con una infancia sin apenas relación familiar. «Ricart necesita sentirse querido por los demás, como lo hacía la madre de los Anglés, Neusa Martins», añadieron.

Por encima de todo, Miguel Ricart guarda muy mal recuerdo de la vida con su padre y de la poca atención que recibía. Así se explica el gran amor que siente ahora por su hija. «Durante las pruebas nos confesó que la quería más que a sí mismo», dijeron los psicólogos.