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EL MUNDO
 
Sábado, 31 de mayo de 1997 EL MUNDO periodico

Los médicos que lo examinaron tras su detención niegan que recibiera malos tratos de la policía

Miguel Ricart se derrumba entre sollozos durante el juicio


VALENCIA.- Y al decimocuarto día Miguel Ricart se derrumbó. El único acusado que se sienta en el banquillo por el crimen de las tres niñas de Alcàsser reaccionó ayer con sollozos ante los testimonios de dos médicos forenses. Los doctores indicaron que en los exámenes físicos que le realizaron a los pocos días de ser detenido, no apreciaron en el cuerpo de Ricart ningún signo de violencia.

«Eso es mentira», musitó Ricart abatido mientras se giraba hacia el público y apretaba los puños, momento en que rompió a llorar llevándose las manos a la cara e inclinándose hacia delante, según informa Europa Press.

Ricart, detenido en la noche del 27 de enero de 1993, insistió durante el juicio por el triple crimen de Alcàsser que sus declaraciones autoinculpatorias ante la Guardia Civil fueron conseguidas mediante malos tratos y torturas.

La sesión de la vista que se sigue en la Audiencia Provincial de Valencia por el triple crimen de Alcàsser comenzó con las declaraciones, dentro de la prueba pericial, de los dos médicos forenses que prestaban sus servicios en el juzgado de Alzira cuando se descubrieron los cadáveres de la niñas y se detuvo a Miguel Ricart.

Los dos médicos, Manuel Fenollosa González y Francisco Ros Plaza, examinaron, física y psiquiatricamente, a Miguel Ricart los días 31 de enero y 2 de marzo de 1993, y ambos concluyeron que «en absoluto» le apreciaron señales de violencia en su cuerpo ni tampoco en la cara.

También concluyeron que no encontraron en el detenido ninguna alteración mental, que no tenía mermadas sus facultades intelectuales y que le observaron una actitud básicamente tranquila y de estabilidad y que no le detectaron ni ansiedad, intranquilidad ni temor. De la exploración psiquiátrica, ambos forenses indicaron también que Ricart respondía de forma espontánea y coherente.

Fuera de la sala, Ricart negó haberse derrumbado, sino simplemente «cabreado».

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