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EL MUNDO
 
Martes, 27 de mayo de 1997 EL MUNDO periodico


Anglés siempre pensó en asesinar y violar a alguna niña, según un testigo

El fugitivo dijo que enterraría el cuerpo en un sitio alejado

MARC AGLIATA

CORRESPONSAL

VALENCIA.- La leyenda negra sobre Antonio Anglés crece a medida que comparecen los testigos del caso Alcàsser en la sección segunda de la Audiencia de Valencia. Miguel Nicolás Cortona, amigo íntimo de Miguel Ricart, el único detenido, escribió ayer un nuevo capítulo de las memorias del fugado: «Antonio nos dijo una vez que mataría a una chica y que la enterraría en un sitio inaccesible».

La revelación la hizo Antonio Anglés una tarde en el chalet que Miguel Nicolás tenía en la localidad valenciana de Lliria. «Si violo a una chica, sé que no me pasará nada», fue otra de las frases que pronunció Antonio Anglés durante el tiempo que pasó en compañía de Mauricio, Miguel Ricart y Miguel Nicolás, según el testimonio ayer de este último.

El también conocido como Miguel el de Lliria fue investigado hace cuatro años como uno de los presuntos autores del triple crimen a causa de su pelo canoso, aunque el pelo blanco aparecido en uno de los cinturones de las niñas resultó no ser suyo y quedó en libertad.

«Yo tengo la conciencia tranquila porque a mí no me importaba lo que ellos hacían», dijo ayer en calidad de simple testigo.

Miguel Nicolás aseguró que los que se situaban en el entorno de Anglés le profesaban «obediencia». También relató que de su chalet desapareció un pico y una carta de navegación, que supuestamente podría haber servido a Anglés en la huida. Y aunque confirmó que los envoltorios de unos medicamentos encontrados en la fosa de las niñas eran suyos, dijo no explicarse cómo habían ido a parar hasta el lugar donde fueron enterradas las tres adolescentes.

Por otra parte, el testimonio de los dueños del bar Parador de Catadau (Valencia) donde supuestamente Miguel Ricart compró la cena el 13 de noviembre de 1992, día en que desaparecieron las adolescentes, arrojó ayer dudas sobre la versión que ha mantenido el acusado en el juicio.

Arturo Ortega Grau y su esposa aseguraron en la décima sesión de la vista, que Ricart acudió al establecimiento al filo de la medianoche de un viernes del mes de noviembre de 1992 -no pudieron concretar qué día- y que compró tres bocadillos, una ensalada y una botella de agua.

Una declaración que entra en contradicción con las declaraciones efectuadas por Ricart en el juicio, según las cuales no estuvo por la zona de la partida de la Romana en esas fechas y, por lo tanto, no compró nada en la zona.

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