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Viernes, 16 de mayo de 1997 EL MUNDO periodico

TESTIGO DIRECTO

Una alfombra con olor a muerte

Por primera vez, ayer enseñaron a Ricart las pruebas judiciales, entre ellas el tapiz que cubrió los cuerpos de las niñas asesinadas en Alcàsser

IRENE HDEZ. VELASCO

VALENCIA

Un hedor insoportable. Un malolor insufrible, penetrante, amargo, espeso. El hálito mismo de la muerte.

Se la conoce como pieza de convicción número 27. Es una alfombra vieja, color marrón oscuro, con pegotes de barro seco y cuarteado. Envolvía los cadáveres de las tres niñas de Alcàsser. Despide unos vapores concentrados repugnantes. Y ayer, por vez primera, fue desembalada y extendida ante los ojos del único acusado, Miguel Ricart.

«¿Ha visto alguna vez esa alfombra?», le preguntó su abogado defensor, única persona a la que Ricart contestó ayer. «No», respondió lacónico el acusado.

Un pico oxidado, con el mango de madera, de una madera poco labrada en la que todavía se adivinan las formas de la rama que en su día fue. Se le conoce como pieza de convicción número 129. Y pudiera haber sido empleado para cavar la fosa en la que fueron enterradas las tres niñas. Ayer fue sacado de su precinto y expuesto ante Miguel Ricart.

«¿Ha visto este pico alguna vez?», le pregunto su abogado defensor. «El pico, sí», admitió el acusado.

«Ese pico lo cogimos en Buñol en una pequeña casa Mauricio, Antonio y yo. Después del verano del 92. Antonio dijo: "Vamos a llevárnoslo».

«¿A dónde?"», quiso saber el letrado. «A Alborache», dijo él. Es decir: a La Romana, el lugar donde fueron encontradas las niñas».

«¿Lo ha utilizado alguna vez?», preguntó el letrado. «No», repondió parco Miguel Ricart.

Cinco guantes de apicultor. Grandes, encerrados en una bolsa de plástico transparente. Son las piezas de convicción número 215, 216, 217, 218 y 219. Los guantes pudieran haber protegido las manos de aquel o aquellos que cavaron la fosa.

«¿Los ha visto alguna vez?», fue preguntado el acusado. «No», contestó éste. Para luego añadir: «Yo sí recuerdo unos guantes que compró el Antonio, guantes de goma como los que usan los cirujanos». «¿Y algún guante que se parezca a los de apicultor?», se le inquirió a continuación. «No», repuso. «Yo nunca he tenido guantes».

«Pero usted le habló a la Guardia Civil de un guante. Eso lo ha declarado usted», inquiere el letrado de la defensa. «Porque la pistola siempre se escondía con guantes de esos que usan los cirujanos. (...). La pistola siempre se escondía en ese sitio con un guante de goma para evitar que se oxidara».

ESTACAS DE MADERA Una caja con comprimidos, pieza de convicción número 13. Dos estacas de madera con los que se piensa fueron apaleadas las niñas, piezas de convicción número 29 y 30. Una camiseta que, con una piedra dentro que no aparece por el juzgado, se supone se empleó como onda para golpear las muchachas, pieza de convicción número 31. Una cuerda de lazo doble, pieza de convicción número 38, con la que pudieron ser atadas por las muñecas Miriam, Toñi y Desirée la noche del crimen.

Una especie de gasa hallada en la escalera de La Romana, catalogada como pieza de convicción número 91, con la que presumiblemente Antonio Anglés se tapaba los tatuajes y que, quizá, sirviera para atar a las niñas y evitar que escaparan. Unos alicates rojos, encontrados en el coche blanco, un Opel Corsa de Miguel Ricart, que pudiera ser que alguien utilizara para cortarle un pezón a Desirée.

Todas las cosas están encima de una mesa, frente a Miguel Ricart. Envueltas en sus respectivos plásticos, numeradas, etiquetadas, perfectamente catalogadas. Con un aspecto aparentemente aséptico que sin embargo rezuma horror y más horror.

«¿Hay algo de su pertenencia?», se le pregunta al acusado. «No», replica.

«¿Había visto alguna de las piezas con anterioridad?», se le inquiere. «No, nunca», declara tras echarles un simple vistazo.

El letrado le conmina a mirarlas más detenidamente. Ricart vuelve a barrer con la mirada la mesa y vuelve a responder: «No».

Las piezas en cuestión son sólo una pequeñísima muestra de todo lo que hay. En total, hay más de un centenar de piezas de convicción. Y todas, una por una, irán saliendo a relucir durante el juicio. Igual que cada día afloran más y más detalles de aquello que padecieron Miriam, Toñi y Desirée la noche del 13 de noviembre de 1992.

HEDOR NAUSEABUNDO La alfombra es enrollada y retirada por fin de la sala. Pero el hedor nauseabundo permanece aún estancado en la sección segunda de la Audiencia de Valencia, hasta el final de la sesión de ayer.

Hoy, al menos, la esencia concentrada de la muerte no recorrerá la estancia de la Audiencia Provincial de Valencia en la que se celebra la vista. El abogado de Miguel Ricart, el letrado Manuel López Almansa, que en esta jornada continuará interrogando a su defendido, ya anunció ayer que hoy no precisaba sacar de su precinto ninguna pieza de convicción, incluida la alfombra. Que así sea.

Pero desgraciadamente volverá a haber momentos en este juicio en los que el hedor de la muerte regrese a la sala.

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