CARTA DE UN PADRE A TOÑI, MIRIAM Y DESIRÉE
en el 11 aniversario de su desaparición

 

Carta a Toñi, Miriam y Desirée (por JG)

No sé dónde estáis, no sé dónde se va cuando se muere. Sí sé dónde teníais derecho a estar y no estáis. Y conozco el horror de vuestra muerte y la desesperación de un hombre que consiguió el apoyo de millones de personas... para nada.

No sois por desgracia las únicas. Casos como el vuestro suceden a diario. Los asesinos son los mismos que os mataron a vosotras, los cómplices son los mismos, el poder es el mismo.

De hecho, desde vuestro asesinato hasta hoy no han dejado de producirse crímenes, e incluso el número ha aumentado y no deja de hacerlo. Si las pútridas cloacas del Estado hedían, ahora todavía más. El cinismo y el crimen son las características que definen al Estado español, y probablemente a la mayoría de Estados y grandes negocios.

No creo que descubrir la verdad cambie nada. De hecho, cualquier persona que no sea idiota del todo sabe que los inculpados son inocentes, y que utilizar cabezas de turco para tapar sus crímenes es práctica cotidiana del Estado y del capital que lo sustenta para defender sus propios intereses.

No sé dónde estáis, pero varias veces he estado a punto de seguir vuestro involuntario camino. Cuando una víctima tiene rostro propio, como es vuestro caso, es imposible que sea olvidada. Al menos por algunas personas.

Nunca se os hará justicia. En primer lugar porque no existe condena posible para un crimen tan atroz. En segundo lugar, porque quienes dictan las condenas son vuestros asesinos.

¿De qué causa sois vosotras mártires? De la más importante de todas: de la misma vida. Los que todavía seguimos en el infierno del que a vosotras os echaron, de la forma más sucia e inhumana que pueda hacerse, no tenemos motivos reales para la esperanza. Y la ilusión es eso, ilusión, engaño.

Sólo hay una cosa que vuestros asesinos, los mismos asesinos también de tanta gente, también con rostro propio, nunca podrán matar: nuestra memoria. Por eso es imprescindible para nosotros manteneros cada día vivas en ella. Sólo así mereceremos vivir nosotros. Y, con todos los medios de que dispongamos, que no son nada contra los que usan vuestros asesinos, luchar a cada instante para evitar que nos maten a más Toñis, Míriams y Desirées. No tenemos el más mínimo fundamento en el que apoyar la esperanza de ganar la guerra. Pero tampoco tiene el más mínimo sentido nuestra vida si no luchamos a muerte para ganar alguna batalla.

No voy a decir que seáis tres estrellas en el cielo. Hay muchos más niños asesinados que estrellas. Ayer, hoy y mañana. Pero sí tenéis un espacio propio en el corazón de nuestra memoria, y aquí viviréis mientras vivamos nosotros. O no mereceremos vivir.

 

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